martes, 12 de diciembre de 2006

Los estimulos y la felicidad

¿Por qué cuando no tenemos ni alegrías ni penas no nos sentimos pletóricos? ¿Por qué nuestro estado normal no es el de la plenitud? ¿Por qué han de haber unas circunstancias maravillosas para sentirnos bien? Supongo que la respuesta a estas preguntas las da el aprendizaje por el que hemos pasado de niñ@s. Aprendemos a través de nuestros padres, profesores, amigos, familia, medios de comunicación y sobretodo a través de la experiencia y las emociones que nos produce el vivirla, que al fin y al cabo es lo que realmente ancla el aprendizaje. Esta ansia, este malestar general de la sociedad tiene su origen en un tema educacional. Se nos enseña a estar bien solamente cuando recibimos estímulos positivos. ¿Y el resto del tiempo? ¿Y qué pasa cuándo no hay estímulos? Lo que pasa en estos momentos es que nuestra atención está enfocada a la llegada de los mismos, no a vivir el momento presente que es igual de valido y de maravilloso. Estamos tan enfocados en el hacer, en que nos pasen cosas, en el consumismo, que hemos olvidado el ser y ya simplemente ser no nos vale. Con lo cual buscamos cada vez un mayor número de estímulos que poco a poco tampoco nos sirven. Si no actuamos urgentemente esto se va a agudizar con las nuevas generaciones. Un ejemplo claro de ello son los dibujos animados ¿has notado la diferencia entre los dibujos de hace treinta años a los de ahora? Los dibujos actuales son rápidos con un montón de cambios de zum, con fotogramas tremendamente cortos, con colores brillantes y sonido estridente. ¿Dónde quedó Heidi y sus praderas? Los mayores también somos presas de cada vez más estímulos externos, como las luces de las que hablaba ayer, los anuncios publicitarios, la prensa del corazón, … Todo esto nos está alejando de vivir el momento, de sentirnos plen@s por el solo hecho de vivir, de ser nosotr@s mism@s y de contemplar el milagro de la naturaleza. Si volvemos a nosotr@s mism@s entonces nos sentirm@s plen@s por el único motivo de ser. Si aparte tenemos estímulos externos que nos gusten (como una buena compañía) pues entonces mejor que mejor.

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