jueves, 23 de noviembre de 2006

Escucha, por favor, lo que No te estoy diciendo. Charles C. Finn


No te engañes conmigo.

No te dejes engañar por la cara que llevo.

Pues llevo una máscara, mil máscaras,

máscaras que temo quitarme,

y ninguna de ellas soy yo.

Lo que puede ser arte, es para mi un hábito,

pero no te engañes.

Por el Amor de Dios, no te engañes.

Te doy la impresión de seguridad,

de que todo es alegre y sereno en mi, por dentro y

por fuera,

Que la confianza es mi nombre y la frialdad mi juego,

que el agua está en calma y mantengo el control,

y que no necesito a nadie.

Pero no me creas.

Mi cara parece lisa, pero mi cara es mi máscara,

siempre variante, siempre encubridora.

Debajo no hay complacencia.

Debajo hay confusión, y temor, y soledad.

Pero yo lo oculto. No quiero que se sepa.

Me horroriza pensar en la revelación de mi debilidad y mi miedo.

Por ello he creado frenéticamente una mascara para esconderme,

una fachada indiferente y sofisticada,

para ayudarme a creer

que me escuda de la mirada que sabe.

Pero esta mirada es mi única salvación,

Mi única esperanza , y yo lo sé.

Lo será, si va seguida de aceptación

si va seguida de Amor.

Es lo único que puede liberarme de mí mismo,

de las paredes de la prisión que yo mismo me he construido,

de las barreras que tan concienzudamente erigí.

Es lo único que me asegura de cuanto yo no puedo asegurarme,

de que realmente merezco algo.

Pero yo no te cuento esto. No me atrevo, temo hacerlo.

Temo que la aceptación no siga tu mirada,

ni que la siga el Amor.

Temo empobrecer tu concepto de mí, que te rías,

y tu risa me mataría.

Temo no ser nada en el fondo, nada bueno,

y que tu lo descubras y me rechaces.

De Este modo sigo mi juego, mi supuesto juego desesperado,

con fachada de seguridad fuera

mientras un niño tiembla dentro.

Así empieza el desfile de máscaras, brillante pero vacío

y mi vida deviene en un frente.

Vanamente te hablo en tono cortés de charla superficial.

Te cuento todo aquello que no es nada,

y nada de aquello que lo es todo,

de aquello que llora dentro de mí.

Así cuando siga mi rutina,

no te creas lo que yo diga,

Escucha con atención y trata de oír lo que no digo,

lo que me gustaría poder decir,

pero que no puedo pronunciar.

No me gusta esconderme.

No me gusta jugar partidas superficiales y falsas.

Quiero dejar de jugarlas.

Quiero ser auténtico y yo mismo,

pero tienes que ayudarme.

Debes tenderme una mano

aun siendo lo último que supuestamente quiero.

Solo tú puedes quitar de mis ojos la blanca mirada del muerto que respira.

Sólo tú puedes devolverme la vida.

Cada vez que eres amable y dulce y alentador,

cada vez que tratas de comprenderme porque te importa,

se empiezan a formar alas en mi corazón,

alas muy pequeñas,

alas muy frágiles

¡pero alas!

Con tu poder de tocarme la parte sensible

puedes soplar vida dentro de mí.

Quiero que sepas esto.

Quiero que sepas lo importante que eres para mí,

como puedes ser el creador-un creador fiel a Dios-

de la persona que soy yo

si decides hacerlo.

Sólo tú puedes derribar el muro tras el cual tiemblo,

sólo tú puedes quitarme la máscara,

sólo tú puedes liberarme de mi sombreado mundo de pánico e incertidumbre, de la prisión de mi soledad,

si decides hacerlo.

Hazlo por favor. No me dejes de lado.

No voy a ser fácil para ti.

Una larga convicción de inutilidad construye fuerte muros.

Cuanto más te acerques a mí

más ciegamente puedo resistirme.

Es irracional, porque pese a lo que digan los libros sobre el hombre

yo soy irracional.

Lucho contra la misma cosa que anhelo desesperadamente.

Pero se me ha dicho que el Amor es más fuerte que los muros,

y en esto descansa mi esperanza.

Trata de derribar esos muros

con manos firmes

pero con manos suaves

porque el niño es muy sensible.

¿Te preguntas quién soy yo?

Soy alguien a quien conoces muy bien.

Pues soy cada hombre que te encuentras

y cada mujer que te encuentras.




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