domingo, 11 de julio de 2010

Aquella mañana... parte III, por Elvira SM

Aquella mañana saludó de corazón a las personas que iba encontrando en su camino y a las cuales conocía después de años de hacer el mismo recorrido y a la misma hora. No lo hacía de una forma mecánica, como en otras ocasiones, sino con el sincero placer de tener un encuentro fugaz con ellas, de compartir un instante en el que su universo era aquella persona y el de esa persona era ella.
Al llegar a su puesto de trabajo le invadió el mismo sentimiento de hastío que el día, el mes y el año anterior. Intentó cambiar ese sentimiento por el de agradecimiento, agradeció tener un trabajo que le permitiera tener una vida cómoda. -Aunque- pensó- la realidad es que este trabajo no me gusta- para mi sólo es un medio, no un fin en si mismo, esa es la raíz de mi falta de motivación. Y ¿si a partir de hoy lo viese con nuevos ojos y me empezase a gustar?- Rió alegremente- ¡Está bien que quiera ver la vida con ojos nuevos, pero verlo todo de color de rosa de la noche a la mañana ¡eso ya era demasiado! En fin, yo soy yo, con mis luces y mis sombras con mis contradiciones! A mi misma no me puedo engañar.
El día continuó... la noche hizo su acto de presencia y con ella esa oscuridad que invita a la calma, a la intimidad, en ese momento se encontraba renovada, alegre, atenta a las maravillas que le rodeaban. 
Al acostarse pensó que nada especial había sucedido en ese día y que, a su vez, todo lo que le había sucedido era especial.
Durmió con la conciencia de morir para renacer al día siguiente con la capacidad de asombro y disfrute de un niño y con una mente y un corazón limpios y libres de las ataduras del pasado que provocan las distorsiones de la realidad.

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