sábado, 10 de julio de 2010

Aquella mañana... parte II, por Elvira SM

Decidió desayunar fuera de casa, en un sitio público, pues igual que se hace en los bautizos quería celebrar junto a otras personas su venida al mundo.Un mundo nuevo para ella pues así lo experimentaba aquella mañana.
Una vez en la calle su primer impulso fue el de mirar al cielo -¡Qué maravilla!-pensó- ¿Cómo percibiríamos el cielo si lo viésemos por primera vez siendo ya adultos? ¿Qué maravillosa sensación de asombro nos invadiría? ¿Por qué al crecer perdemos la capacidad de asombrarnos cuando lo que nos rodea nos podría mantener en un constante estado de asombro y de agradecimiento? ¿Le pasará a la capacidad de asombro cómo a otras capacidades humanas, terminaría por atrofiarse por no usarla? ¡Me niego a que me pase eso!- se dijo enérgicamente.
Abandonó sus pensamientos y se dispuso a concentrarse en disfrutar aquella hermosa mañana de primavera. Dejó entrar los estímulos que el día le ofrecía, por cada sentido, por cada poro de su piel.
Comenzó a andar rumbo a la cafetería donde desayunaría, en el camino encontró los mismos escaparates de todos los días, los cuales estaban llenos de objetos que parecían gritar: ¡cómprame! Otros días había detenido su paso, de una forma inconsciente y automática, para valorar si su deseo de tener uno de aquellos objetos justificaba lo que tendría que apagar por ellos. Si la felicidad que le proporcionaría era superior al precio que el mercado le había asignado.
Miró a un escaparate lleno de alegres vestidos y su reacción fue muy diferente al de otras ocasiones, esta mañana en lugar de dar suelta al deseo de poseerlos, pensó en sus armarios donde colgaban vestidos, faldas, pantalones y toda serie de prendas modernas. Un maravilloso sentimiento de agradecimiento partió de su mente, recorrió su cuerpo y se posó en su corazón.
Se cruzó con muchas personas que le trasmitieron diferentes sentimientos -¡cómo se refleja el peso de los pensamientos en las personas!- se dijo - a algunas se las percibe ligeras, como si flotaran, aunque estas son las mínimas. En general, los rostros hablaban de pesados pensamientos que cargan sobre ellos.
- ¿Qué pensarán de mi al cruzarme con ellos?- se interrogó divertidamente -¿Qué pasaría si todos nos dijésemos los que pensamos? ¿Sería el principio del caos o, tal vez, el final del mismo?...

Continuará...

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