viernes, 9 de julio de 2010

Aquella mañana... parte I, por Elvira SM

Aquella mañana se despertó con una maravillosa sensación olvidada hace tiempo. Una sensación de que la vida merece ser vivida a tope, de que el mundo es maravilloso y de que estaba allí para su pleno disfrute, con todas sus grandiosidades.
Dejó que esta sensación  le invadiera, se acurrucó entre las sábanas y se entregó a sus ensoñaciones... Después de unos minutos de sentir este placer fue tomando conciencia de su cuerpo. La naturaleza, el Universo, Dios, o quien tuviese la tarea de otorgar los dones a cada persona, había sido muy generos@ con ella y le regaló un cuerpo fuerte y sano.
Se incorporó poco a poco de la cama, haciendo de este hecho un ritual, sintiendo el contacto de sus pies con el suelo y el de su piel desnuda con el suave aire de la habitación. 
Sentía como si acabase de nacer, como si fuese un frágil bebé al que hay que preparar lo mejor posible para su presentación al mundo.
Se fue a la ducha y sintió como el agua, a medida que iba pasando por cada parte de su cuerpo, le purificaba y le dejaba una agradable sensación de limpieza. Una limpieza no de suciedad, una limpieza de cargas innecesarias que había ido acumulando durante toda su vida.
Imaginó que el agua penetraba su cabeza entrando hasta su mente borrando las viejas ideas del pasado, aquello que no le servía, que le ocupaba y no generaba, que le molestaba y que le impedía seguir avanzando. Imaginó que todo esto caía a la bañera y se marchaba, junto al agua, por el desagüe.
Después dirigió su atención al corazón y lo  imaginó astillado, roto, recompuesto y lleno de mucho amor, era fuerte y su latir era constante, como alimentado por la energía del Amor que ella sentía hacia sus seres queridos, hacia la vida, hacia sí misma y por tanto amor que recibía de los demás. El agua se llevó las astillas rotas, dejando un corazón recompuesto y con profundas grietas que recordaba todo lo vivido y experimentado.
Salió de la ducha con un ágil movimiento sintiéndose renovada y se dispuso a seguir cuidándose. Con un suave masaje se extendió crema por todo el cuerpo a través del cual agradeció el servicio que le prestaba; a sus piernas por hacerle libre para ir a tantos lugares por descubrir, a sus brazos por poder abrazar, a sus manos por asir y acariciar, a su cara por darle la oportunidad de comunicarse con los demás....
Eligió muy despacio la ropa que se iba a poner... la presentación de un nuevo ser en la sociedad así lo requería. Se decantó por un sencillo vestido blanco y un alegre bolero rosa. El blanco símbolo de purificación, de renacimiento. El fucsia, símbolo de fiesta, de alegría, de ganas de vivir plenamente la vida.
Antes de salir a al calle se hizo este propósito: "Hoy voy a sentir el mundo con la inocencia de un niño, como si viese todo por primera vez"...
Continuará... 

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