lunes, 29 de enero de 2007

Angeles y zanahorias

Me defino como una aprendiz ¡y tanto que lo soy! Con mucho, mucho que aprender. Intento estar siempre bien, en estado de Buda. Es decir, sin que me afecten las circunstancias exteriores por saber que es mi interior el que tiene la verdadera armonía. Ese “intento” es el que me separa tantoooooooooooo! de mi propósito pues he de hacer, en algunas ocasiones un esfuerzo tremendo para sentirme bien y esto me resta mucha energía. Es lo mismo que la imagen es ir como detrás de una zanahoria que me pongo yo misma delante de mi y que nunca alcanzaré hasta que no me desprenda de ella y del “intento” por cogerla. En la vida ¿Cuántas zanahorias nos ponemos y nos dedicamos a intentar atraparlas? Y vemos que nunca llegamos a ella pues siempre está inalcanzable. Yo reconozco que tengo unas cuantas zanahorias de este tipo, cosas de las que voy detrás y de las que nunca disfruto, las alcance o no. ¡Y ay Dios mío cuanta frustración causan! Yo hoy hago el propósito de dejar de intentar llegar a ellas. Deseo de corazón ser capaz de fluir con el presente. Algo así como dejarme caer desde lo alto de la montaña en la que me encuentro y simplemente disfrutar de la caída teniendo la confianza de que siempre estaré cuidada por mis ángeles que me acunaran mientras que suavemente bajo. Así veo yo lo que es confiar en el universo, confiar que me encuentre a la altura que me encuentre mis ángeles están allí para cuidarme. Si me centro en este pensamiento ya no intento ya solo fluyo y muchas “pesadas cargas” dejan de existir y la zanahoria de delante de mi desaparece y me doy cuenta de que ahora, en este momento mis manos están llenas de maravillosas zanahorias esperando a ser saboreadas por mi y para ser compartidas con los que me rodean.

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