sábado, 29 de julio de 2006

A veces la vida nos sorprende

A veces la vida nos sorprende y nos manda momentos únicos en ellos mismos. Momentos maravillosos en si mismos y que, a pesar de que no tengan las consecuencias deseadas por nosotr@s, merece la pena haberlos vividos en toda su intensidad. Forman parte de nosotr@s, de nuestro pasado, y guardamos el recuerdo de aquel instante en un lugar privilegiado de nuestro corazón. Volvemos de vez en cuando a este recuerdo y sentimos una sonrisa melancólica; sonrisa por lo vivido, melancólica por lo que podría haber sido y no fue. En este año he tenido momento maravillosos, unos transcendentes otros de los que solo tienen significado en si mismos. Hace tiempo que quiero compartir uno de esos momentos en mi blog y nunca he encontrado el momento de hacerlo. Hoy es viernes son las 12 de la noche y estoy sola en casa. Se acaba de marchar mi amiga Isa. He salido a la terraza y al ver las estrellas me he sentido melancólica y, ¿cómo no?, mi mente se ha ido a “eso que podría haber sido y no fue. La historia es esta… Érase una vez una mujer llamada Elvira, es decir yo… Para mi es muy importante el amor y siempre lo ha sido, en octubre mi corazón estaba ansioso de amar, de compartir mi vida con una pareja, con un hombre del que estuviera realmente enamorada… Y una noche mágica… sucedió. Tenía una reunión de trabajo con un señor al que solo había hablado una vez en mi vida. Quedamos sobre las 8 de la tarde en su despacho, empezamos hablando de coaching, de superación personal y acabamos cenando en uno de los restaurantes que mas me gustan de Madrid. La conversación fue adquiriendo cada vez un tono más cercano, incluso más íntimo. ¡No me lo podía creer! El era justamente (y aparentemente) como yo siempre había deseado que fuese mi pareja; un empresario, de mi edad, que le gustaban los temas que a mi me gustaban, que había leído los libros que yo leía, que tenía los mismos sueños de futuro que yo, le gustaba viajar, las personas… y mil cosas más. Durante la cena se produjo verdadera magia entre los dos, luego nos fuimos a tomar una copa. Y ahí yo tomé conciencia de lo que estaba pasando, poco a poco, o mucho a mucho, me estaba enamorando de él. Aquí viene el “pero” de la historia él es un hombre casado y para mi eso es tabú, así que le dije: “X quiero que nos vayamos ahora mismo… si seguimos juntos me voy a enamorar de ti y eso no es posible, pues eres un hombre casado” él cogió mi mano y me dijo algo así como; “Elvira, deja al universo que siga su curso, no lo detengas” yo insistí una segunda vez. Aunque reconozco que de una forma muy débil. La noche siguió y la magia creció, nos prometimos amor eterno, que formaríamos una familia, viajaríamos y seríamos felices toda la vida. Recuerdo que a las cinco de la mañana por la Castellana íbamos cada uno en su coche y en los semáforos nos decíamos cosas como: “nunca nos dormiremos enfadados” o “nos haremos todo lo felices que podamos”. Parecíamos dos locos, bueno tal vez esa noche éramos dos locos. Estuvimos juntos hasta las cinco de la mañana, hablando, abrazándonos y besándonos. Nuestras almas estaban totalmente conectadas. Bueno, prefiero no contar lo que pasó en días sucesivos…las decepciones, las rectificaciones y el adiós. Para mi mereció la pena vivir aquella noche y guardar su recuerdo en mi corazón aunque las consecuencias de la misma no sean las que yo deseaba. O, simplemente, no haya tenido mas trascendencia. El nunca leerá esta entrada, pero si lo hiciera le daría las gracias por haberme brindado una noche tan mágica y que siempre, siempre tendrá un lugar en mi corazón. Y que las cosas que le dije aquella noche se las diría hoy viernes si el universo me brindase esa oportunidad.

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