miércoles, 26 de mayo de 2010

Libertad y rencores

Esta mañana he tenido una bonita conversación con un amigo. Hablábamos sobre la necesidad de libertad que tiene el ser humano, de que si bien, en los países llamados desarrollados no hay esclavitud, hay muchas personas en estos países que no son libres. Personas normales, que están atadas a un trabajo, a un adicción o, como hablaba el lunes, a una relación.
El ser humano ha nacido para ser libre y está en sus genes el buscar esa libertad, la cual es muy esquiva pues la mente humana se aferra a cosas materiales y a emociones, creando apegos, olvidándose así su esencia principal y de su capacidad de libre albedrío.
Una de las trampas de la mente es el aferramiento a los rencores, a lo pasado, a las situaciones ya vividas y sobretodo el aferrarnos al rencor. A mi me parece una condena perpetua autoimpuesta no soltar el rencor y los malos sentimientos hacia personas que nos hirieron en el pasado. Manteniendo esta actitud no nos damos cuenta que es mayor el daño que nosotros nos hacemos a nosotros mismos que el que nos causaron.
El otro día otro amigo me hablaba que todos los días se acuerda un par de veces con profundo odio del juez que mediante una sentencia le impuso pasarle una pensión muy alta a su exmujer. ¡Dios mío!- pensé yo- ¿cómo podría transmitirle a este chico que es mucho más dura la sentencia que él mismo se ha impuesto al recordar con tanta frecuencia a ese juez?
Yo he trabajado mucho mis rencores, para mi es fácil pues soy de naturaleza olvidadiza. 
Limpiar nuestro interior de rencillas y rencores nos da una libertad personal muy poderosa. Yo, por ejemplo, puedo hablar con cualquier persona me haya herido desde una posición de libertad sin tener a mi mente juzgando a esa persona y sin interactuar con esa persona en el presente con mi mente en el pasado.
Liberarnos de nuestros rencores es permitirnos dar otro paso a nuestra propia libertad.

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