¿Hasta qué punto somos conscientes del poder que nuestras palabras pueden tener sobre los demás? O, al contrario, ¿del poder qué le damos a las palabras de los demás?
Pensando en esto tomo conciencia de que a veces con un solo comentario nuestro echamos por tierra toda la vida de una persona. Sin tener en cuenta su interior, sus miedos, sueños, conflictos emocionales, etcétera.
Cuántas veces le hemos dicho a una persona algo así como; “es que tu no sabes hacer esto o lo otro, si yo fuera tu...”
¿Qué derecho tenemos a juzgar a los demás? Ya lo dijo Jesucristo; “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Quien no tenga nada que ocultar, mejorar o arreglar en su vida que hable de la de los demás.
Ayer presencié un caso en que a una persona, con solo unas palabras de otra, se le quitaba su mérito profesional acumulado por años de duro trabajo. En ese momento pude sentir las emociones de pena y angustia que le envolvieron. Yo no quise decir nada, no era el momento. Lo que hice fue mandarle toda mi energía y mi amor.
Las palabras tienen un poder enorme sobre los demás, si recordásemos esto cada vez que hablásemos seguramente callaríamos la mitad, o más, de lo que decimos de otros. También está esto escrito en la Biblia, “una palabra tuya bastará para sanarme”. Esto sirve tanto en positivo como en negativo; tanto para sanar como para herir.
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